5 de noviembre de 2010

Y en el asiento de enfrente...


...un rostro claro de repente, ilumina el vagón...

Esos gestos traen recuerdos de otros paisajes, otros tiempos, en los que una suerte mejor me conoció. No me atrevo a decir nada, no estoy seguro, aunque esos ojos sin duda son los suyos, más cargados de nostalgia, quizás más oscuros. Pero creo que eres tú y estás casi igual, tan hermosa como entonces, quizás más. Sigues pareciendo la chica más triste de la ciudad. Ahora que te encuentro, veo que aún arde la llama que encendiste. Nunca, nunca es tarde para nacer de nuevo, para amarte. Debo decirte algo antes de que te bajes de este sucio vagón y quede muerto, mirarte a los ojos, y tal vez recordarte, que antes de rendirnos fuimos eternos.

Me levanto decidido y me acerco a ti, y algo en mi pecho se tensa, se rompe.
-¿Cómo estás? Cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mí?

-"Perdone, pero creo que se ha equivocado"-responde una sonrisa tímida

-"Disculpe, señorita, me recuerda tanto a una mujer que conocí hace ya algunos años".

Más viejo y más cansado vuelvo a mi asiento, aburrido vigilo las caras de los viajeros, compañeros en la rutina y en los bostezos.

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